Discurso
del Profesor Navarro en los actos de graduación de licenciatura de los
estudiantes de la Facultad
de Derecho de la
Universidad de Barcelona, el 25 mayo 2012.
Queridas Autoridades académicas de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Barcelona y queridos estudiantes de esta facultad que os graduáis hoy en esta
Universidad, de la cual me gradué yo hace medio siglo. Os habla entonces una
persona de la generación de los años cincuenta y principios de los años sesenta
que habla y da la bienvenida a unos nuevos licenciados que espero compartan un
proyecto en el que muchas generaciones anteriores hemos estado envueltos. Pero,
antes de hablar de este proyecto, permitidme acentuar qué es un honor para mí
que me hayáis elegido como vuestro padrino. Según me han dicho, ser padrino me
otorga el deber de aconsejaros en la labor que tendréis que realizar a partir
de ahora, cuando la población, a través de su Estado, os ha dado la licencia
para que la sirváis, poniendo el conocimiento que esta Universidad os ha dado a
su disposición. La vocación de servicio es un elemento definitorio de vuestra
profesión.
Un instrumento central de vuestro
trabajo es la Ley ,
así como la colección de intervenciones públicas y privadas, a través de las
cuales el Estado ejerce sus funciones normativas y reguladoras. Algunos
graduados de esta facultad seréis legisladores, otros seréis administradores
del bien público, otros seréis jueces, otros seréis fiscales, otros seréis
miembros de tribunales que afectarán de manera muy directa el bienestar y
calidad de vida de la población. De ahí vuestra enorme responsabilidad.
Pero hoy os invito a que reflexionéis
sobre qué es la Ley ,
incluyendo en nuestro país el sistema judicial, y si está o no sirviendo a la
población. Y veréis que las respuestas a estas preguntas no son muy halagüeñas.
De todas las ramas del Estado, el sistema jurídico es de los que tienen menos
prestigio y respeto entre la población que, por cierto, lo financia. Permitidme
que subraye esto. Sin infravalorar el sacrificio de vuestros familiares, y muy
en particular de vuestros padres y madres –a los cuales quiero saludar y
felicitar en este momento feliz de sus vidas- es importante subrayar que es la
población la que, a través de los impuestos, os ha financiado estos estudios. Y
es también la que financia el sistema judicial. Pues bien, es entre esta
población la que, según las últimas encuestas, el sistema judicial es de los
servicios menos valorados por la población. Y no sólo por su enorme lentitud
–el caso claro de corrupción de Millet en el Palau de la Música es eterno y
bochornoso- sino por su sesgo, casi siempre favorable a las estructuras de
poder, a costa del ciudadano normal y corriente, que es la que financia el
sistema jurídico.
Creo que la evidencia científica
avala la tesis de que las leyes, sistemáticamente favorecen más a las
estructuras del poder que a las clases populares. Y la gente lo sabe. De ahí su
escepticismo hacia la Ley
y hacia sus gestores. Y de ahí su escasa valoración. La población es consciente
de este sesgo profundamente conservador de la Ley. Ejemplos de
este sesgo conservador hay muchos. Si un conductor, por negligencia, atropella
y mata a un peatón, es más que probable que termine en la cárcel. Si un
empresario, por negligencia, es responsable de la muerte de uno o incluso
varios obreros, les aseguro que no irá a la cárcel. A lo sumo recibirá una
multa. El caso más reciente es el escándalo de la industrial del amianto. El
mundo empresarial era consciente del impacto fatal de tal producto. Consecuencia
de su producción, miles de trabajadores han muerto y continúan muriendo. Y ni
uno de los empresarios ha ido a prisión. La gente lo sabe, y de ahí su escasa
valoración del sistema judicial. Y se podría decir que, por desgracia, esta
situación ocurre en muchos países. Pero es particularmente acentuada en el
nuestro.
El descrédito del
sistema judicial
¿Por qué? Aquí tenemos que hablar
claro. La transición de la dictadura a la democracia se hizo en nuestro país en
términos muy favorables a las fuerzas conservadoras que controlaban el aparado
del Estado. El mantenimiento de la
Monarquía era un síntoma de ello. Y las fuerzas democráticas
lideradas por las izquierdas apenas salían de la cárcel o habían vuelto del
exilio. No era una relación equilibrada, y ello tuvo muchas consecuencias. Una
es lo profundamente conservadoras que son las estructuras de este Estado,
incluyendo el sistema jurídico y su cúpula, desde el Tribunal Supremo al
Tribunal Constitucional. Hay múltiples indicadores de ello. Desde la negación por
parte del Tribunal Constitucional del carácter plurinacional del Estado español
al hecho auténticamente bochornoso de que el Tribunal Supremo lleve a los
tribunales al único juez en España que se ha atrevido a juzgar los crímenes de
aquel régimen dictatorial que dejó en su rastro más de 120.000 asesinados cuyos
cuerpos todavía permanecen en lugares desconocidos. El bochorno de esta
situación es enorme. Cuando ocurrió esto, el mayor programa de humor de EEUU,
Saturday Night Live, hizo un sketch de humor señalando que de la misma manera
que Bolivia, un país que no tiene mar, tiene, en cambio un Ministerio de
Marina, España tiene un Ministerio de Justicia. El Tribunal Supremo desacreditó
enormemente al Estado español, mostrando hasta qué punto ha estado en manos
profundamente conservadoras. Hoy en Europa, la existencia de tal Tribunal
Supremo es un bochorno. Es impensable que en la mayoría de países democráticos
europeos se llevara a los tribunales a un juez que quisiera juzgar los crímenes
del nazismo o del fascismo.
Esta situación, para cualquier
persona con sensibilidad democrática, es intolerable. De ahí que vosotros
tenéis que ayudar a cambiar esta situación. Es una tarea inmensa la de
democratizar España, la de democratizar incluso el sistema jurídico, como parte
de la democratización del Estado. Tenéis que ayudar a hacer la Segunda Transición
pasando de la democracia muy incompleta que tenemos a una democracia mucho más
completa que la ciudadanía se merece. Hay que establecer un sistema judicial al
servicio de la población, y muy en especial de las clases populares. Hay que
democratizar la ley y la gestión de la ley.
Pedir democracia hoy
es subversivo
Ahora bien, en España exigir
democracia hoy es casi subversivo. Se están aplicando políticas como las de
austeridad y de recortes, que no han sido aprobadas por un mandato popular,
pues no estaban en los programas electorales de ningún partido. Y muchas de
ellas son incluso contrarias a la Constitución. Estos
recortes, por cierto, están creando una enorme crisis económica además de
social, pues disminuyen la demanda y generan la recesión, en camino de
transformarse en depresión.
En esta lucha me permito aconsejaros
que cuestionéis la “sabiduría convencional”. ¿Por qué –debéis preguntaros- el
derecho de propiedad del capital es sagrado, mientras el derecho al trabajo y a
la vivienda es agua de borrajas? ¿Por qué no se conserva el derecho a la
vivienda y en cambio se considera sagrada la propiedad? ¿Por qué se protege
tanto a la Banca
y tan poco al inquilino desahuciado?
Y aunque os parezca que la oposición
a la democratización del Estado es enorme, sabed que si la causa que defendáis
es justa, al final venceréis. Recordad que en esta lucha por la democracia sois
continuadores de la lucha de otras generaciones, la de mis padres que perdieron
la guerra defendiendo la
República y un gobierno democrático, y que fueron brutalmente
represaliados por ello, la de los años cincuenta que iniciamos la resistencia
pacífica contra la dictadura, la de los años sesenta y setenta, liderada por el
mundo obrero que consiguió terminar con aquella dictadura. Y no os olvidéis
nunca que, aun cuando el dictador murió en la cama, la dictadura murió en la
calle. La agitación social logró tal fin.
Pero la lucha por la democracia
continuó durante el periodo democrático. Y aquí quiero saludar a los
movimientos sociales, a los sindicatos y a los partidos políticos discriminados
por una ley electoral que les penaliza, y quiero saludar también al movimiento
15-M, que es un aire fresco en este cambio. Sumaros a ellos porque la situación
actual, donde los derechos sociales, políticos y laborales están siendo
reducidos, vosotros, trabajadores intelectuales que gestionaréis la Ley , tenéis la oportunidad de
que el derecho -que es hoy parte del problema- sea parte de la solución. Y ello
se hará siempre que apoyéis a los más vulnerables frente a los más poderosos.
Defender a los trabajadores, defender a los consumidores, defender a los
usuarios de los servicios públicos y privados, defender a la gente normal y
corriente que cada vez tiene menos voz.
Hoy la juventud, vosotros, tenéis
enormes retos. El 50% de los jóvenes no encuentran trabajo y derechos
elementales como la sanidad, los están eliminando. Una persona joven de más de
26 años ya no tiene cobertura sanitaria garantizada por ley. Estamos volviendo
a situaciones que creíamos habíamos ya dejado atrás.
De ahí que la lucha, y no hay otra
manera de decirlo, la lucha por la democracia, por los derechos sociales y por
los derechos laborales, por el bienestar del país, son la misma lucha. Y
termino ya, sólo para señalar que en los años cincuenta y sesenta, las
facultades de la
Universidad de Barcelona que más activas eran en la
resistencia antifascista eran la de Medicina y la de Derecho. Os invito a que continuéis
la lucha de vuestros antepasados, los estudiantes de derecho de entonces. El
país ahora os necesita más que nunca, cuando nuestros derechos están
amenazados. Seguro que lo haréis.
Un fuerte abrazo a cada uno de
vosotros. ¡Salud!
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